Mindfulness y neurobiología: los cambios estructurales

La neurobiología, hoy día puede explicarnos los efectos de Mindfulness. Las técnicas más avanzadas de neuroimagen, en el presente, nos han permitido iniciar un camino en el entendimiento de lo que sucede en nuestro cerebro cuando meditamos.

Y si bien apenas se inician los estudios serios, ya es posible hacerse afirmaciones con respaldo suficiente basado en el estudio y la experimentación.

La primera afirmación que podemos realizar es referida a los cambios cerebrales. Hablamos de modificaciones que van más allá de lo práctico: el cerebro cambia también estructuralmente con la práctica de la meditación.

Aquí puede citarse el trabajo de Sara Lazar, pionero en el estudio del cerebro, quien ha destacado cómo el impacto de la actividad particular de meditar produce transformaciones de tipo físico.

Entre estas está el incremento del grosor de la corteza cerebral en las áreas que se relacionan con el procesamiento sensorial, la interocepción y la atención.

Muchas investigaciones posteriores han ido confirmando estos primeros hallazgos.

Por otra parte, en lo referido a las redes neuronales que son activadas al momento de la meditación focalizada que ofrece Mindfulness, se ha determinado que al fijar en un punto la atención, con el firme propósito de no desviarla de este, lo más común es que se aparte (Por ejemplo, cuando se fija en la respiración). Notamos que esto sucede y dirigimos nuevamente la atención hacia el objeto fijado.

Este vaivén constante de la atención se produce por una activación de dos redes neuronales, de modo alternativo, muy importantes para el funcionamiento general del cerebro. El descubrimiento de las distintas áreas cerebrales activadas por los distintos procesos, llamó la atención en los años 70´s.

Allí pudo determinarse que esta actividad se incrementaba de modo evidente en los periodos en que la mente se halla en inactividad o pasividad. Entonces se le denominó al área en conjunto Modo o Red por defecto (Default Mode Network, DMN).

Hoy día se ha llegado al término “mente errante” o “pensamientos independientes de estímulo (Stimulus Independent Thought, SIT)”, para catalogar a estas zonas que se activan en los periodos de inacción aparente o pasividad.

Cuando la mente se enfoca en un punto, en contraste, una red neural alternativa se activa, esta recibe el nombre de red vivencial y la Corteza Prefrontal Dorso-Medial es una de sus estructuras fundamentales.

En el proceso se alternan ambos sistemas: pasamos de “mente errante”, cuando notamos la distracción, a la red vivencial, el foco de atención sostenida, estando allí hasta el siguiente despiste.

El cultivo de la conciencia del cuerpo

El cultivo intencionado de la conciencia de nuestro cuerpo, es otra de las principales características de Mindfulness. Y ¿Qué entendemos por la conciencia corporal? Es el desarrollo de la habilidad de percibir las más sutiles sensaciones corporales.

Cuando nos entrenamos con la práctica de mindfulness, la capacidad de percibir estas sensaciones, tanto internas, como externas, aumenta. Las ventajas de poner atención a nuestro propio cuerpo y entender lo que allí sucede es fundamental para el desarrollo de nuestra atención en relación a lo externo.

Puede decirse entonces que la práctica de mindfulness, vista desde la neurobiología, trasciende de un ejercicio mental generador de condiciones psicológicas y se evidencia como un método de tal impacto biológico, que es imposible que no consiga resultados positivos en el modo de vivir el día a día.

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