Mindfulness en el período perinatal

El complicado proceso que supone el embarazo, así como los períodos durante y después del parto, y siendo una de las vivencias más maravillosas que una mujer puede experimentar a lo largo de su vida, no está exento de riesgos para la salud psicológica y física de la madre y del bebé.

Hablamos del mindfulness en el periodo perinatal.

Debido a las modificaciones biológicas, psicológicas y sociales que se producen en la mujer y en su entorno, como consecuencia directa o indirecta del embarazo, este proceso puede facilitar el desarrollo de distintas psicopatologías (Leung y Kaplan, 2009).

Estos estados de la madre pueden influir de manera negativa en la salud del bebé, tanto durante el propio proceso del embarazo como después.

Las posibles consecuencias de un cuadro clínico de depresión o ansiedad en la madre pueden ser: bajo peso del bebé al nacer, un parto pretérmino, mayor riesgo de mortalidad infantil, deficiencias en el neurodesarrollo del niño, así como fatalidades en el desarrollo motor y psicológico posterior (Sydsjö, 2011).

Al mismo tiempo, podría afectarse la relación madre-hijo, dificultando el desarrollo de un apego seguro. Desde hace unos años se viene desarrollando una línea de investigación en la que se evalúa la eficiencia de distintas operaciones basadas en el mindfulness en el periodo perinatal

Todo el trabajo clínico y científico está dirigido a tratar la ansiedad y la depresión durante los distintos períodos del embarazo: antes, durante y después.

Proyectos terapéuticos

Aunque en la mayoría de los análisis llevados a cabo se usan los protocolos de la MBTC y el MBSR, con pequeñas adaptaciones y prácticas de yoga, también se han desarrollado proyectos de intervención específicos para este tipo de población:

  • Mindful Motherhood (Vieten y Astin, 2008): en esta acomodación se incluyen conocimientos sobre el desarrollo del feto y abdomen durante la meditación de escaneo corporal; se utilizan ejemplos explicativos y prácticas relacionadas con el embarazo y crianza anticipada, como la atención al dolor durante el embarazo; una mayor inclusión de caminar y movimientos conscientes, haciendo uso del yoga prenatal. Su duración es de dos horas por semana, durante ocho semanas.
  • Mindfulness-Based Childbirth Education Program (Duncan y Bardacke, 2010): estructurado en tres horas a la semana durante nueve semanas, que incluye un retiro de silencio de siete horas en el fin de semana, entre la sexta y la séptima sesión, y una clase de reunión, de cuatro a doce semanas después de que todas las alumnas hayan dado a luz.
  • Lo recomendable, en cuanto al número de participantes es que sea de entre ocho y doce parejas, aunque pueden asistir mujeres solas. En este protocolo, la formación en mindfulness se integra de manera completa con los conocimientos psicobiológicos del embarazo, parto y postparto, así como con las necesidades psicobiológicas del bebé.
  • Se resaltan las técnicas dirigidas al desarrollo de capacidades de afrontamiento del dolor físico y el malestar psicológico que suceden en el parto, y de habilidades para hacer frente al estrés del día a día.
  • CLAM Pregnancy Intervention (Goodman y cols., 2014): Está constituido por sesiones de dos horas de duración, durante ocho semanas. Se trata de una adaptación concreta de la MBTC para mujeres embarazadas con ansiedad. Contiene elementos psicoeducativos, destacando cómo el mindfulness puede aplicarse en el embarazo.
  • En cuanto a las técnicas, además de las tradicionales y comunes al resto de protocolos, se han planeado otras muy concretas (“Mindfulness of baby practies”), que contiene ejercicios cognitivos para desarrollar la autobservación y el descentramiento.
  • Mind Baby Body Intervention (Woolhouse y cols., 2014): Se estructura en sesiones de dos horas durante seis semanas. Incluye una combinación de prácticas del mindfulness tanto formales como informales, movimientos con atención plena y ejercicios cognitivos.
  • Entre algunas de las características específicas, se destaca el desarrollo de la segunda sesión, la cual está enfocada en la atención del cuerpo y en la importancia del cuerpo en la comunicación con el bebé, así como el de la sexta sesión, dirigida a trabajar la autocompasión y las capacidades del mindfulness aplicadas a la maternidad.

Eficiencia de las intervenciones mindfulness en periodo perinatal

Un metanálisis sobre operaciones grupales en el período prenatal (Wadepul y cols., 2016), incluyendo diecinueve estudios con terapia conductual, interpersonal y dos intervenciones con mindfulness, confirma que esta terapia es segura, sobre todo en mujeres con un gran nivel de síntomas basales.

Las únicas operaciones que mejoran la ansiedad son las del mindfulness, mientras que las otras, parecen indicar un nulo efecto en este período.

La mayor asistencia a las sesiones y la mayor participación en ellas se liga a un mayor efecto. A pesar de todo, basados en este metanálisis, no existe suficiente certeza como para recomendar de forma sistemática las operaciones psicológicas prenatales de ningún tipo.

Otras investigaciones sugieren que las operaciones de mindfulness se presentan como un medio potencialmente muy eficaz para mejorar el bienestar prenatal, pero una mejor calidad metodológica para afirmarlo es vital (Matvienko-Sikar y cols., 2016).

Los datos cualitativos proponen que esta población considera las operaciones de mindfulness de manera muy positiva (Taylor y cols., 2016).

El metanálisis más incuestionable realizado analiza solo operaciones de mindfulness (MBSR, MBCT, operaciones basadas en mindfulness e intervenciones integradas de yoga y mindfulness).

Los dieciocho estudios corroboran que el mindfulness origina reducciones en la ansiedad perinatal de magnitud moderada-grande, mientras que, en la depresión perinatal, de reducción moderada, no es significativamente diferente a la que se encuentra en el grupo control.

En definitiva, el mindfulness es efectivo para la ansiedad, pero no para la depresión perinatal, por lo que se recomendaría el uso del mindfulness en este período, pero se requerirían más estudios que confirmasen su eficiencia (Shi y MacBeth, 2017).

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