¿Podemos medir el Mindfulness?

Desde la aparición de la noción de Mindfulness, se puede decir que se puede medir de diferentes formas. Las más habituales son los cuestionarios psicométricos, las medidas neurofisiológicas o las medidas conductuales.

Evaluación del mindfulness mediante cuestionarios psicológicos

Muchos escritores consideran que no es medible una cualidad de la mente tan compleja como el mindfulness.

Como es imposible analizar algo que no se puede medir, el desarrollo de cuestionarios que mide el mindfulness se consideraba indiscutible.

En 2001 apareció el primer cuestionario, el Freiburg Mindfulness Inventory (FMI), desarrollado por Buchheld y su equipo (2001), que fue valorado con meditadores con experiencia que participaban en retiros.

Pero aparecieron cuatro cuestionarios más, basados en distintas conceptualizaciones sobre el mindfulness y desarrollados por distintos grupos de investigación: Mindful Attention Awareness Scale o MAAS (Brown y Ryan, 2003), Kentucky Inventory of Mindfulness Skills o KIMS (Baer y cols., 2004), Cognitive and Affective Minfulness Scale-Revised o CAMS-R (Fieldman y cols., 2007), y Southampton Mindfulness Questionnaire o SMQ (Chadwick y cols., 2008).

Esto ayudó a que se pudiesen unificar todos y desarrollar una investigación factorial exploratoria sobre los ítems y analizar el tamaño del conjunto en una muestra de estudiantes universitarios.

Los ítems psicométricamente más fuertes constituyeron el cuestionario Five Facer Mindfulness Questionnaire o FFMQ, llamado así porque se obtuvieron cinco nuevos cuestionarios: Philadelphia Mindfulness Scales o PhLMS (Cardaciotto y cols., 2008) y la Toronto Mindfulness Scale o TMS (Lau y cols., 2006).

De todos ellos, el más usado y hasta hace unos diez años ha sido el MAAS, pero a día de hoy el FFMQ se considera el cuestionario de referencia en estudios de investigación.

Fuera de estos cuestionarios, otro de los más usados es la KIMS (Sauer y cols., 2013), Visted y cols., 2015).

Existen considerables divergencias entre estos cuestionarios, ya que no todos comparten la misma idea de atención plena, no están dirigidos a la misma población o han usado distinta metodología para su construcción.

El FMI considera que las destrezas de atención plena solo se pueden alcanzadar mediante la práctica meditativa (Grossman y Van Dam, 2011) y, en la MAAS, la atención plena es conceptualizada como una capacidad innata, presente en mayor o menor medida en todos los individuos (Brown y Ryan, 2003). Esta última escala se soporta en una visión unifactorial de la atención plena y evalúa la variable atención/conciencia en el presente.

Este panorama unidimensional contrasta con la de instrumentos como el FFMQ o la KIMS, que diferencian hasta cinco dimensiones, algunas de las cuales son cercanas al factor atención/conciencia y otras están más relacionadas con un factor de aceptación.

Se considera que los cuestionarios usados para medir el constructo mindfulness, enseñan importantes diferencias conceptuales y presentan numerosas limitaciones, por lo que ninguno puede ser recomendado en exclusiva con base en que posea mejores propiedades psicométricas (Park y cols., 2013).

No existen evaluaciones cualitativas y no hay referencias externas aceptables que apoyen la validez de constructo (Park y cols., 2013).

Si profundizamos en las características y limitaciones de cada cuestionario o en la dificultad de medición del constructo mindfulness, dos de las mejores revisiones sobre este tema son la de Grossman y Van Dam (2011) y la de Park y sus colaboradores (2013).

En español, la mejor revisión sobre el tema es la de Soler (2014).

Para decidir qué cuestionario de mindfulness usar en cada situación, es útil el análisis de Siegling y Petrides (2016), que investigan las fortalezas y debilidades de tres de los cuestionarios más usados para la medición del mindfulness.

Algunas de las críticas generales que han recibido todos los cuestionarios que evalúan mindfulness son las siguientes (Chiesa y Makinowski, 2011):

  • Se ha criticado la opción de segregar el mindfulness en distintos componentes, como se hace con los cinco dominios del FFMQ (Ivanovski y Malhi, 2007).
  • Se ha sugerido que los cuestionarios de mindfulness reconocen conductas mindful y la tendencia general a ser mindful en la vida diaria, en cambio, la definición original enfativa las cualidades del despertar y no las conductas específicas ligadas a esta cualidad de la mente (Chambers y cols., 2009; Rapgay y Bystrisky, 2009).
  • Al mismo tiempo, se considera que las modernas nociones de mindfulness son incapaces de distinguir bien entre los dos componentes de la meditación: atención y conciencia, por lo que se generan dudas sobre lo que está haciendo el practicante cuando ejercita mindfulness (Rapgay y Bystrisky, 2009).
  • La falta de grupos control en los análisis de validación de las escalas de mindfulness, hace sospechar que la meditación tradicional es muy distinta de la práctica de mindfulness o de la meditación trascendental, ya que no existen validaciones de cuestionarios con comparaciones directas entre estas distintas formas de meditación (Tanner y cols., 2009).

Conocer la medición de mindfulness a través de marcadores neurobiológicos

Son diversos los marcadores neurobiológicos que se han sugerido para medir el mindfulness, como la actividad electroencefalográfica, actividad telomérica, niveles de cortisol, función inmune, etc.

Nos centramos en uno de los marcadores neurobiológicos que se considera muy relacionado con el mindfulness: la actividad del DMN.

El Default Mode Netwok (DMN) o red cerebral por defecto, es un grupo de regiones cerebrales, separadas anatómicamente, que tienen patrones de activación sincronizados según se observa en la resonancia funcional magnética.

Se ha relacionado el DMN con funciones complejas como la mente errante, pensamiento autoreflexivo, memoria autobiográfica, visualizar el futuro y considerar la perspectiva de otros, un aspecto de la cognición social (Simon y Engström, 2015).

Se han agrupado alteraciones en el DMN con la gravedad de los síntomas en una gran variedad de trastornos mentales, aconsejando que el DMN puede ser un marcador para su diagnóstico y para monitorizar el efecto del tratamiento farmacológico.

Por otro lado, también se ha ligado la modulación del DMN con el ejercicio del mindfulness, lo cual es lógico con el hecho de que la práctica meditativa es necesaria en el tratamiento de enfermedades psicológicas.

Por consiguiente, autores como Simon y Engström (2015), sugieren utilizar el DMN como marcador de la técnica de mindfulness y del efecto terapéutico de esta práctica en los trastornos mentales.

Hay dos técnicas conductuales que son las más usadas y que cuentan con mayor certeza para usarse como medida del mindfulness.

Son las siguientes:

  • Breath counting (Levinson y cols., 2014). Contar las respiraciones (breath counting), es una técnica de respiración mindfulness, consistente en contar la respiración y puede emplearse para una sesión completa de mindfulness o solo durante el inicio de ella.

Se usa el software e-prime, y los sujetos son invitados a tener en cuenta el movimiento de la respiración y contar sus respiraciones en diversas ocasiones. La sesión completa lo forman cuatro etapas, cada una de ellas lleva a un nivel de concentración más elevado.

  • En la primera, centramos la atención en la respiración, contando cada ciclo de inspiración y expiración, o por separado, hasta diez. Cada vez que se pierda la cuenta porque hayan asomado otros pensamientos, de forma amable y sin juzgar, se dejan pasar los pensamientos y se retoma la cuenta desde cero hasta diez, y lo mismo si se ha finalizado la cuenta.
  • En la segunda etapa se continúa contando hasta diez, pero a partir de antes de cada inspiración o expiración. En la siguiente etapa, se deja de contar la respiración, sintiendo solamente cómo el aire entra y sale.
  • En la etapa final, cuando el foco de atención ya se ha rodeado, se redirige la atención a la punta de la nariz, que es el primer y el último lugar de nuestro cuerpo que está en contacto con el aire.
  • Levinson y sus colaboradores (2014), ratificaron la técnica breath counting como una medida del mindfulness, descubriendo que la cuenta correcta de la respiración se relaciona con una mejor idea subjetiva de los niveles de mindfulness.
  • La técnica de la peladura de naranja (Soler y cols., 2013). En esta práctica, se instruye a los participantes para que no hagan pregunta alguna y sigan las instrucciones dadas en el papel.
  • Después, se les presenta una naranja, un plato y un cuchillo. La primera tarea es pelar y comer una rodaja de naranja, y luego anotar diez palabras o frases sobre la experiencia de “pelar” y “comer” la naranja.

Se les enseña para clasificar cada una de estas diez respuestas en dos tipos de experiencias: “experiencia directa” o “autoverbalizaciones sobre”.

  • En los adiestramientos se incluyen una breve explicación de estos dos tipos diferentes de pensamiento. La “experiencia directa” se refiere a cualquier sensación física experimentada en ese momento (por ejemplo, “la naranja es fresca”, o “tiene un sabor dulce”).
  • En cambio, las “autoverbalizaciones sobre” se refieren a todos los pensamientos que no expresan una sensación física, como los pensamientos de preferencia: “Prefiero no ser observado mientras estoy comiendo”, los pensamientos sobre el pasado o el futuro o pensamientos críticos o interpretativos.
  • Por último, los participantes evalúan el grado de ansiedad, desde 0 (sin ansiedad), a 10 (ansiedad máxima), experimentado durante la práctica.

En Centro Mindfulness Madrid te enseñamos a practicar meditación.