¿A qué llamamos Mindfulness?
Para empezar a saber qué es el Mindfulness, diremos que es la práctica de la atención plena.
En toda la literatura moderna relacionada con el movimiento de mindfulness hay bastante confusión respecto a su significado real.
Todos los textos están de acerado con ver su origen dentro de las enseñanzas budistas, pero, como norma general, se descontextualiza y fruto de ello pierde su significado y, sobre todo, su capacidad trasformadora como práctica.
La atención plena no se puede desarrollar estando aislados de nuestra vida cotidiana.
Lo que hagamos y cómo lo hacemos favorecerá alcanzar estados de más concentración a través de la práctica de la atención y recíprocamente. O no.
Si no renunciamos al desorden, los deseos o caprichos que pudiéramos tener, la práctica de la atención no nos servirá de nada si a caso para reforzar tendencias egoicas que nos encadenarán perpetuamente a situaciones dolorosas.
En la enseñaza budista sobre el camino que conduce a la liberación del sufrimiento y que consta de 8 senderos, mindfulness es uno de los tres que forman lo que se conoce como concentración correcta.
Este último término se asocia con la meditación.
La esencia de la meditación es crear un estado de CALMA y CONCENTRACION que favorece el DARSE CUENTA y así se profundiza en los estados de atención.
Este DARSE CUENTA sigue el siguiente proceso:
1. Indagación: qué es esto
2. Reconocimiento: esto es esto
3. Aceptación: esto es así, esto es lo que hay
4. Transcendencia: yo no soy esto (¡el camino hacia lo que soy empieza descubriendo todo lo que no soy!)
5. Integración: yo también soy esto pero eso no soy yo (esas cosas que me ocurren forman parte de mi pero no soy solo esas cosas).
En la tradición budista se describen cuatro niveles o fundamentos de la atención.
(contenido adaptado a este artículo)
El primer grado de atención es el cuerpo
Toda la atención se dirige al cuerpo a través de la respiración, es decir, observamos el cuerpo siendo claramente conscientes al mismo tiempo de que estamos respirando.
Observa el cuerpo completo y cada una de sus partes.
Bien en actividad como en reposo, en agitación o calma, parado o caminando, sentado o acostado, en estado de dolor o dicha.
Toma contacto de todas las actividades de los sentidos: del acto de ver, oir, gustar, sentir u oler.
Indaga, reconoce, acepta, transciende e integra: este es mi cuerpo y esta es su actividad pero no soy el cuerpo.
El segundo grado de atención son las sensaciones
Date cuenta si lo que esta en el campo de la conciencia es agradable, desagradable o no es agradable ni desagradable.
Observa la aparición y desaparición de las sensaciones evitando generar pensamientos que refuercen lo agradable o rechacen lo desagradable. No te encadenes a las sensaciones.
Indaga, reconoce, acepta, trasciende e integra: estas son mis sensaciones pero yo no soy mis sensaciones.
El tercer grado de atención es la mente. El pensamiento
Observa si en la mente hay pasión, odio, turbación, si hay concentración o dispersión, sentimientos de grandeza o bajeza, etc.
Identifica esos estados e indaga como surgen y como desaparecen. Trata de descubrir la tendencia que tienes a crear unos u otros.
Indaga, reconoce, acepta, transciende e integra: esta es mi mente, estos son mis pensamientos pero yo no soy mis pensamientos.
El cuarto fundamento de la atención es una miscelánea de “asuntos”.
Determinados “contenidos mentales” que surgen no se sabe como, predisponen a determinadas experiencias sublimes o dolorosas.
Suelen ser contenidos inconscientes, en general mecanismos de defensa creados en nuestros primeros años de vida para protegernos de lo que considerábamos una agresión y que a base de interiorizarlos han configurado nuestra “forma de ser”.
Y bien sean para la gloria de uno mismo o un desastre, SIEMPRE son “contenidos mentales”, meras recreaciones, elaboraciones y como tal hay que tomarlas.
Cierto es que algunas favorecen el bienestar (real no el de darse un gusto) por lo que es conveniente identificar que cosas mejoran realmente nuestra calidad de vida, nuestra calma y nuestra concentración, y que cosas nos encadenan a la rueda del hámster del sufrimiento.
Por otro lado, hay que saber que desde nuestra parte intuitiva surgen movimientos de liberación que hay que reconocer para, de alguna manera, aprender a meterlos en “el programa principal” de nuestra forma de vivir.
Pero mas allá de todo esto, debemos tener presente que todo esto son mis “cosas” pero yo no soy todas esas cosas.
Finalmente, desde esta esfera se observan todos los grados de atención descritos de forma simultánea y se ve cómo funcionamos:
Como del contacto de nuestros sentidos con los objetos surge la sensación
y de esta, la percepción de que es algo agradable o desagradable,
y seguido la emoción y el pensamiento de apego o rechazo
y así la elección sobre lo que nos gusta o disgusta
y de esta experiencia de elegir, se va generando el registro para recordar que es lo que queremos y qué lo que no,
y de ese recuerdo surge el miedo a que nos pasen cosas malas y la esperanza de que sean buenas…
Y así día tras día, año tras año, perpetuamos este mecanismo, este programa del que surge nuestra particular forma de hacer, de estar, de relacionarnos, de ser yo en definitiva, con la idea de que, gracias a esa acumulación de cosas, somos únicos, exclusivos, originales y distintos y puede que sea así pero así duele.
Romper esta cadena, desactiva el encadenamiento al dolor.
¿Y por dónde rompemos la cadena?
Con Mindfulness ponemos atención en cómo establecemos el contacto, cómo surgen las sensaciones, las percepciones, la elección… Y para ello se empieza poniendo atención en la respiración.
En Centro Mindfulness Madrid te enseñamos la práctica de esta técnica milenaria.
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