Práctica del Mindfulness

Son numerosas las características de la práctica del mindfulness que pueden modificar su eficiencia. Desde el tipo de práctica hasta otras variables ligadas, como la frecuencia, la duración de las sesiones o el tiempo de práctica a lo largo de la vida (Baer y cols., 2008; Lykins y Baer, 2009; Soler y cols., 2014; Cebolla y cols., 2017).

Existen solamente dos estudios de desmantelamiento, diseñados para analizar los ingredientes activos de cada tratamiento, que se han desarrollado en el mindfulness.

Uno estudió el MBSR (MacCoon y cols., 2012), y el segundo el MBCT (Williams y cols., 2014). El primero, confirma que el MBSR es eficiente, pero no más que un control activo de calidad como el Health Enhancement Program (HEP).

El otro, en el de Williams y Kuyken (2012), se confirma que el mindfulness en su forma MBCT es muy útil para evitar la recaída depresiva, sobre todo en personas con traumas infantiles, no siendo tan eficaz en el resto.

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Efecto de las prácticas específicas del mindfulness

Carmody y Baer (2008), detallan la asociación entre las técnicas concretas del Mindfulness, como la meditación sentada, movimientos mindful y práctica informal, escaneo corporal, y las facetas del FFMQ, confirmando que cualquiera de las meditaciones formales se relaciona con todas las facetas del mindfulness, excepto con describir.

El primer estudio que investiga los distintos efectos de cada práctica del mindfulness y su asociación con los efectos clínicos es el de Kristeller y Hallet (1999).

Es un estudio abierto, no controlado, con un seguimiento a tres semanas, realizado con dieciocho mujeres obesas diagnosticadas de trastorno por atracón. En él se practicaban tres tipos de meditación:

  • Meditación mindfulness general, la práctica estándar, consistente en observar los pensamientos, sensaciones, emociones y en retornar a la respiración cada vez que la atención pierde ese foco.
  • Meditación en la comida, aplicándose a los pensamientos, emociones y conductas ligadas con el comer.
  • Minimeditaciones, que consisten en parar unos segundos y hacerse consciente de emociones y pensamientos en el momento previo a la comida o cuando se produce un atracón.

Lo que se comprobó es que la práctica de meditación en la comida está ligada a mejorías en las puntuaciones del cuestionario BES (Binge Eating Scale), o sea, con los episodios de atracón.

La minimeditación se relaciona con cambios en el Inventario de Depresión de Beck, por lo que mejora la depresión.

Un estudio (Sauer-Zavala y cols., 2013), comparó en estudiantes universitarios tres prácticas (mindful yoga, escaneo corporal y meditación sentada), tras tres sesiones de una hora a la semana. Los resultados fueron que:

  1. El mindful yoga produjo mayor aumento de bienestar psicológico que las otras dos prácticas.
  2. El mindful yoga y la meditación sentada produjo una alta tendencia a una actitud no evaluativa frente a los estímulos que el escaneo corporal. Todas las prácticas mejoraron la capacidad de describir la propia experiencia, la autocompasión y el bienestar psicológico y se redujeron las rumiaciones.

En otro ensayo que compara entre sí cuatro operaciones diferentes (escaneo corporal, mindfulness en la respiración, observación de pensamientos y bondad amorosa), tras nueve meses de entrenamiento, los resultados son (Kok y Singer, 2017):

  • El escaneo corporal origina el mayor incremento en conciencia interoactiva y el mayor decremento en contenidos del pensamiento.
  • La bondad amorosa produce el mayor aumento de pensamientos positivos y calidez hacia otros.
  • Revisar los pensamientos causa el mayor incremento en metacognición. El mindfulness en la respiración no está ligado a ningún beneficio específico.

Las cuatro prácticas ayudan a elevar la energía, el afecto positivo y la focalización en el presente y reducen la distracción de pensamientos.

Hay investigaciones sobre el dolor que muestran mejorías muy significativas a favor del mindfulness (Esmer y cols., 2010), que incluye yoga.

Por lo que serían necesarios estudios de desmantelamiento de MBSR/MBCT para ver cuáles son las técnicas más eficientes en cada patología y si es posible que el mindfulness en los movimientos corporales sea muy eficaz para batallar el dolor.

Se cree (Hervás y cols., 2016), que las prácticas de focalización de la atención, como el mindfulness en la respiración, ayudan a incrementar la regulación atencional.

En cambio, las de monitorización abierta, como el escaneo corporal y la observación de los procesos mentales producirían una disminución en la reactividad cognitivo-emocional y aumentarían el afecto positivo.

Es cierto que la asociación de prácticas de compasión y del mindfulness puede cambiar los resultados. En un estudio de Feliu-Soler y su equipo (2017), el hecho de añadir tres sesiones de compasión a un entrenamiento previo de mindfulness, causaba un elevado impacto en la aceptación, un aspecto importante en el mindfulness.

El efecto era mayor que en otras variables relacionadas directamente con la compasión, lo que sugiere que ambas prácticas se potencian mutuamente.

Sobre la duración de la sesión de meditación

En la investigación de Cebolla y su equipo (2017), la relación entre la duración de la sesión y el nivel de mindfulness dependía del tipo de meditación.

Por esto, en el caso de la atención focalizada, su duración predecía cuatro de las cinco facetas del mindfulness (actuar con conciencia, observar, no juzgar y no reactividad).

En cambio, la duración de la sesión de meditación en monitorización abierta no se correlacionaba con el mindfulness. En el ensayo de Soler y sus colaboradores (2014), la duración de la sesión solo se ligaba con observar, pero dado que observar es un elemento clave en la práctica del mindfulness (Lilja y cols., 2013), se considera que la duración de la sesión es muy importante en el desarrollo del mindfulness, sobre todo cuando se practica atención focalizada.

Frecuencia de la práctica

El estudio de Cebolla y sus investigadores (2017), demuestra su importancia en el desarrollo del mindfulness, ya que se asocia a diversas facetas del FFMQ, aunque también está relacionado con el tipo de práctica.

Por lo tanto, observar se relaciona con la frecuencia de la práctica informal; no juzgar con la frecuencia de atención focalizada y monitorización abierta, y no reactividad con la frecuencia de monitorización abierta.

Estos datos coinciden de manera parcial con otros escritores (Baer, 2008; Soler y cols., 2014).

Debemos destacar que Baer (2007), propone que estas tres facetas son nucleares, para poder entender los cambios que se producen en los meditadores de larga duración, y que son las que más están asociadas con la reducción de los síntomas y la mejora del funcionamiento psicológico.

Este descubrimiento también iría a favor de la importancia de acumular ejercicios a lo largo de los años para ayudar a incrementar los niveles de mindfulness (Bergomi y cols., 2015).

¿Entrenamiento en grupo o individual?

Una investigación examinó la importancia del grupo como factor de cambio en adultos que recibían el MBSR, y se administraron los cuestionarios General Symptom Indez (GSI), Sympton Checklist-90-Revised y Medical Symptom Checklist (MSC), antes y después de la operación.

Los modelos de análisis multinivel corroboraron que, tras haber controlado por valores basales, el grupo explicaba el 7% de la variabilidad del GSI, pero 0% del MSC (Imel y cols., 2008).

Los aspectos grupales tienen que ser tenidos en cuenta a la hora de utilizar el Mindfulness.

Al utilizarse nuevas tecnologías, también se demuestra que, cuando los estudiantes de medicina quieren entrenarse en mindfulness usando procedimientos online, la formación en grupo con otros pares es mucho más satisfactoria y facilita las modificaciones positivas esperadas con el mindfulness (Kemper y cols., 2015).